Morir de aburrimiento, perjudica la salud {Libre}

-Bien, me retiro pues, buenas noches – dicho esto, hice un ademán con la mano, y entre en la casa. Parándome en el vestíbulo. Me acerqué a lo que era una chaqueta, de color azul marino. La puse en a la altura de mis ojos, y me la quedé mirando. Cualquiera que me viera en esos instantes, pensaría que estaba atontada o algo. Ya que ¿Quién diantres hacía un vampiro mirando fijamente una simple prenda de vestir? Solo yo. Pero el caso era que aquél aroma que desprendía esa chaqueta, me hacía querer ir al bosque, y darme un buen atracón. Seguramente era de alguna de las amigas de la pequeña Renesmee. No había otra. O era eso, o era de ella. Pues que supiera, no había ningún humano más, viviendo allí. Y además. Nessie no era humana del todo. Así que en realidad, no había humanos residiendo en aquella casa. Y para mi mucho mejor. Para que engañarnos. Aún me costaba estar cerca de ellos, y no poder hincarle el diente a uno. Arrugué la nariz, y la tiré con rabia en el pequeño banco que había allí, para las visitas.

Volví a reanudar mi camino hacía el salón de la casa. Sonreí de lado al ver que no había nadie. Bien, eso era lo que quería. Ahora podía ensayar. Si. Solía ensayar para parecerme a los humanos del instituto. Los que eran de mi edad. Si alguien veía a una niña de dieciséis años, haciendo una reverencia a un mayor, seguramente se quedarían sin poder creérselo. Pues eso. Debía dejar esas pequeñas costumbres atrás. Así que me senté en el sofá (Casi nunca me sentaba) y cogí lo que era algo alargado, con muchos botoncitos. Aquello era el mando de la televisión. Esa caja tonta de la que tantos se quedaban embobados con ella. Emmett por ejemplo. Con los partidos de fútbol americano. Le traían de cabeza. Lo sabía muy bien. Pues casi siempre que lo encontraba allí, siempre veía aquello. Que a mi parecer era absurdo. Encendí el televisor, y me recosté contra el respaldo del sofá. Aquél simple gesto que todos los humanos hacían, a mi me costaba. Aparentar ser una cría era algo difícil, sobre todo si tenias más de doscientos años de edad. No daban nada que valiera la pena. Así que lo dejé puesto en un canal de música. Y así me quedé. Haciendo el paripé.

“Aburrimiento” Pensé. Esa era la palabra idónea para describir como me sentía en esos momentos. Aburrida de no hacer nada. Y no es que quisiera salir de fiesta, como hacía Nessie alguna vez. No. Sino que quería potro tipo de acción. Por ejemplo salir a cazar. Ya fueran humanos o simples animales. Pero eso no podía hacerlo. Ahora no podía hacer nada que se me antojara en esos momentos. Por desgracia. Así que me quedé mirando aquella cosa cuadrada, de donde salía música.

Había prometido a Carlisle, el que ahora era mi jefe, y por decirlo de alguna forma, mi padre, que no volvería a cazar humanos. Que eso ya había pasado a la historia. Pero me costaba mucho acostumbrarme a ello. Aunque debía saber que si no podía cumplir aquello que había prometido, más me valía salir por la puerta de aquella casa e irme. Pero el problema de todo aquello, era que Alec también estaba involucrado. Sin él no era nadie. Solo un trozo de carne muerta y nada más. Por eso no podía dejarle. Y tampoco no podía ser tan egoísta como para decirle lo que de verdad sentía. Pues sabía que él estaba mucho más a gusto en aquella casa, que en Volterra. Yo también, pues a decir verdad ahora me trataban mucho mejor, y no se sentían obligados a decirme buenos días, por ejemplo, por miedo a que utilizara mi don contra ellos, para infringirles dolor. Pero el tema de la sangre… eso de hacer dieta no iba conmigo precisamente. Y me costaba horrores. Por eso cuando tenía la oportunidad, me escapaba a Port Angeles (que era donde habían más moribundos) y merendaba uno. Así me sentía mucho más viva. Y no perdía mi identidad como vampira. Era una soberana tontería aquello de beber sangre animal. Los vampiros son vampiros. Y así es nuestra naturaleza. ¿Para qué cambiarla? ¡Maldita sea! Era absurdo. Pero así era. Y debía acatar las órdenes.

Me puse un mechón, que se había escapado de mi perfecto moño, tras la oreja y cerré los parpados, recostando mi cabeza hacia atrás. ¿Dónde estaría Alec en estos momentos? Que yo supiera, guardia no tenía. A no ser que se la hubieran cambiado o algo. Eso ya sería otra cosa. Normalmente siempre hacíamos las guardias juntos, pero los Cullen decidieron que no pasaba nada porque estuviéramos separados en varias guardias. Después de debatirlo mucho, al final decidimos los dos. No nos gustaba la idea de separarnos, pero yo pensé que así podía escabullirme a la ciudad para cazar otro tipo de “animales” sin que nadie sospechara de mí. Pues sabía que Alec era igual de listo e inteligente que yo, y seguramente se olería algo.

Abrí los ojos de golpe al escuchar como alguien entraba al salón. Incluso mucho antes de que entrara en realidad. Mis ojos rojos se tornaron un poco más oscuros al oler aquél rico aroma a sangre humana. Supe que era Renesmee, por el olor que hacía. Pues además de oler a humano, también tenía ese característico aroma a vampiro. Esperé a que entrara, y en cuanto se sentó en un sillón del salón, giré mi rostro lentamente hacía ella. Sin ninguna prisa. – Buenas tardes, señorita Black – dije algo burlona. Era innato en mí ser así. – Si… - susurré ante su comentario – la mayoría está de guardia o de caza – comenté con un deje de indiferencia.